EDUCADORA SOCIAL EN 2050 🔜

Hola hola chicos y chicas 😀

Seguimos con las publicaciones semanales y esta vez hay que hacer un relato de una educadora social como si viviera en 2050. Me parece un tema muy curioso ya que se puede asemejar mucho a la realidad que viviremos en ese año si todas las tecnologías van avanzando tanto como hasta ahora.

MÁS ALLÁ DE LAS PANTALLAS

El año es 2050. Me llamo Clara y soy educadora social en Madrid. Aunque el mundo ha cambiado drásticamente en las últimas décadas, mi labor sigue siendo la misma: tender puentes entre las personas y las oportunidades que merecen.

Hoy, como cada mañana, reviso mi agenda en la interfaz holográfica de mi implante ocular. El primer caso del día me lleva a un barrio de viviendas modulares inteligentes, donde un adolescente llamado Leo ha estado faltando a la escuela virtual. Su madre, preocupada, solicitó ayuda a través de la plataforma de intervención social.

Camino por calles limpias, bordeadas de paneles solares orgánicos que absorben la luz del sol y la transforman en energía. Atrás quedaron los días de contaminación descontrolada y tráfico denso; ahora, el aire es más limpio, los coches son autónomos y el transporte público funciona con energía renovable. Pero si bien hemos resuelto muchos problemas materiales, otros han surgido con más fuerza.

Desde la pandemia de los años 20, la educación a distancia se consolidó y, con el tiempo, la mayoría de las escuelas tradicionales desaparecieron. En su lugar, los niños y adolescentes estudian desde casa con plataformas de realidad virtual inmersiva. Al principio, esto parecía la solución perfecta: personalización, accesibilidad, tecnología avanzada. Pero, con el tiempo, algo empezó a fallar.

Muchos jóvenes, como Leo, comenzaron a perder el contacto con el mundo físico. La hiperconectividad digital los aisló en burbujas tecnológicas donde todo es perfecto, menos la realidad. Su generación no sabe lo que es aburrirse, jugar en la calle o simplemente estar en silencio sin estímulos constantes. Y ahí es donde entro yo.

Cuando llego a su casa, un dron de asistencia me escanea y me permite el acceso. Encuentro a Leo sumergido en un entorno de realidad aumentada, con un casco que lo aísla por completo. Su avatar se mueve con destreza en un mundo donde él es alguien poderoso, reconocido, sin miedos ni dudas.

—Hola, Leo. Soy Clara, educadora social.

No responde. Me siento frente a él y activo un protocolo de desconexión supervisada con mi pulsera de mediación. Su avatar desaparece y sus ojos, al principio confusos, se enfocan en mí.

—No quiero hablar —murmura.

—No tienes que hacerlo ahora. Pero vine a verte porque alguien que te quiere está preocupada.

Silencio. Luego, después de unos segundos, su mirada se ablanda.

—Es que ahí dentro… soy alguien. Aquí… no sé.

Respiro hondo. He trabajado con muchos jóvenes como él, atrapados entre la perfección digital y la incertidumbre del mundo real.

—Tú eres alguien aquí también, Leo. Solo que aún no lo has descubierto.

Le muestro un programa de voluntariado en proyectos urbanos, donde adolescentes diseñan espacios comunitarios con impresoras 3D y bioconstrucción. Algo que le permita conectar el mundo virtual con la realidad.

Por primera vez, parece interesado.

—Podría intentarlo —dice, dudoso pero esperanzado.

Al salir de su casa, miro el cielo a través del domo climático que protege la ciudad de los cambios extremos. Desde la crisis ambiental del 2030, las ciudades se vieron obligadas a adaptarse. Hubo migraciones masivas, conflictos y muchas pérdidas, pero también innovación y nuevas formas de vida.

Sin embargo, a pesar de los avances, la humanidad sigue necesitando lo mismo de siempre: conexión, propósito y alguien que crea en ella.

Y yo estaré aquí para recordárselo.

Espero que os haya gustado mucho este relato, y ahora os lanzo una pregunta, ¿vosotros creéis que puede ser un caso real en el 2050?

¡Que paséis buena semana, adiós!💗